En la prensa de hoy (El País, 21 de Octubre del 2009), Mónica L. Ferrado firma un artículo sobre el dopaje intelectual dentro del mundo científico. Estamos acostumbrados a la competencia desleal en el deporte, pero no sabíamos que el mundo de los investigadores científicos fuera tan competitivo. Voy a publicar algunos extractos que harán una idea del tema y que darán lugar a algunas reflexiones por mi parte.
Por ejemplo, el subtítulo dice: «Los fármacos destinados a mejorar las aptitudes cognitivas en ancianos y mayores también caen en manos de científicos. Un 20% reconoce que se dopa». Esto puede alertar sobre la magnitud del hasta ahora desconocido dopaje intelectual, pero además a mí me da que pensar lo siguiente: ¿es lo mismo tomarse un medicamento o una droga para paliar un dolor, controlar una enfermedad o una patología, o prevenir una enfermedad futura, que usar esos mismos tipos de sustancias por capricho intelectual?.
«…En una sociedad en la que la inteligencia es un valor, ¿qué implicaciones puede tener?…Si se reconoce valor a obras de artistas creadas bajo la influencia de drogas, ¿por qué no potenciar habilidades cognitivas como la concentración, la memoria o la vigilia para rendir más?. Si se viene consumiendo café o haciendo yoga para mejorar estas habilidades, ¿por qué censurar un posible fármaco que ayudase a rendir más?…».
En estas líneas anteriores la autora del artículo examina algunos de los argumentos más interesantes de quienes, dentro del mundo científico, apuestan por no poner trabas al autodopaje. Pienso que siempre hay que mirar con dos ojos las argumentaciones de los tuyos, y con tres o cuatros las de tus adversarios. Por ejemplo, admitir validez moral a este argumento supondría, entre otras cosas, que: como en algunos casos vale o valió, entonces vale siempre. Sobre todo vale para lo que a mí me interesa.
Se trata de una política de hechos consumados que todo lo justifica, una argumentación fácil que pasa a crear una jurisprudencia moral de posibles consecuencias fatales, ramificadas en un árbol de problemas éticos sin límites en su extensión y en su duración. Supone además abrir la caja de pandora, una caja compuesta de un número inconmesurable de extractos históricos que validarán cualquier cosa que queramos hacer, cualquier ley que queramos aprobar.
Por ejemplo, es uno de los argumentos utilizados para defender los alimentos transgénicos. Como el hombre siempre ha manipulado por medio de selección y cruce las características genéticas de plantas y animales, y nos ha ido bien, también podemos hacer lo mismo, y más rápido, y mejor, cambiando inmediatamente y directamente los genes de las especies que nos interesa, entre ellas los nuestros. Estoy a favor de hacerlo en casos extremos donde haya urgencias o emergencias, o para producir fármacos o curar enfermedades, pero otra cosa es generar niños más guapos o más inteligentes.
Alerto de que existe por parte de los cradores de opinión una intención deliberada de tapar o confundir con un argumento -medio verdadero, medio falso- un motivo oculto, que es el de hacer dinero sin importar consecuencias ecológicas o laborales. ¿Qué mejor argumento que una verdad a medias?. Habría que prevenir sobre este modo de pensar, el cual los científicos nos cuelan continuamente, junto con otros muchos divulgadores de la ciencia como Eduard Punset, creando una opinión pública favorable a que se investigue todo sin dirección ni límites. Tal vez estaría dispuesto a que no hubiera límites a la investigación científica, porque nunca se sabe de dónde puede salir una nueva utilidad médica o tecnológica, pero estoy en contra de que los descubrimientos y avances puedan aplicarse a todo. En un mundo donde al menos el 75% de la investigación científica está en manos privadas -si usamos EE.UU. como referente-, ese todo significa todo lo que de dinero a los magnates de farmacéuticas y transnacionales de los transgénicos, sin contar con que el que la investigación esté en manos de la administración pública tampoco asegura la ética de sus aplicaciones, y veáse si no la venta de armas a países donde no se respetan los derechos humanos.
Los hechos históricos son hechos consumados, y si, por ejemplo, gracias a la tecnología militar apareció internet, sólo cabe decir que no hay bien que por mal no venga, al revés que el refranero popular. Siempre se puede encontrar maneras éticas de investigar. Por ejemplo la medicina se desarrolló durante siglos a golpe de herramientas como la sierra en medio de las campañas militares, y esa necesidad de ser crueles con nosotros mismos ha llevado a que la presión de colectivos con conciencia hicieran las luces de cierto científico investigador, que empezó a cruzar ratas en el laboratorio y dio con un modelo de rata blanca que a efectos prácticos funciona fisiológicamente y mentalmente como el hombre. Gracias a eso ya no necesitamos probarlo todo en nosotros antes de extenderlo como bien social. Cuando algo se hace mal, siempre hay un remedio, no vamos a seguir haciéndolo siempre mal, y no deberíamos dejar que nos vendan la moto para hacer siempre lo que les reporta beneficio económico, satisfaciendo así su compulsiva instatisfacción hedonística.
El artículo continúa: «… si se admite la cirugía estética, ¿por qué no la psiquiatría estética?… «Es como el maquillaje, hay quien lo querrá utilizar para seducir intelectualmente o quien quiera tapar sus errores», afirma Antoni Bulbena, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona.»
Tal vez nos hayamos acostumbrado tanto a la cultura de la belleza que nos hemos olvidado de que hemos de asumir ser cómo somos y asumir también, entre otras cosas, la vejez. Como sigamos en esta línea caprichosa, la humanidad pronto no estará preparada para afrontar las dificultades. Por ejemplo, un aumento repentino de las aguas provocaría millones y millones de muertos, sin contar las guerras, que a diferencia de las acutales, esta vez sí serían necesarias pora asegurar los recursos que empezarían a escasear. ¿Puede una sociedad de ególatras bien criados y consentidos sobrevivir en un mundo donde las leyes éticas como la ley de la vida pasarían a ser secundarias?. Pues sabido es que los principios morales sólo funcionan cuando las necesidades básicas se hallan cubiertas. Lógicamente, los habitantes del tercer mundo y los inmigrantes lograrán imponerse, y merecidamente, a esta sociedad de hermosísimos tontos, que comentamos con pasión las vicisitudes de la princesa mientras compramos en la carnicería, o si Raúl ha de volver a la selección mientras tomamos el vermut en el bar.
Las siguientes líneas extraídas de este artículo van en esta línea, y hablan de esos «potenciadores intelectuales», que ya no son ciencia-ficción sino una realidad sobre la que reflexionar y debatir, y sirven para finalizar este discurso bioético. Y es que, como decía una viejecita de ciento un años mientras sudaba diez quilómetros en su bicicleta estática, «si no duele no vale».
«…El yoga puede ser un buen entrenamiento mental para incrementar el rendimiento y nadie lo critica, quizá porque requiere un esfuerzo. Sin embargo, parece que el uso de potenciadores hace desaparecer ese componente de esfuerzo.»
Bueno, reconozco que cuando me pongo serio me vuelvo aburrido, pero finalizo ya. Antes, invito a todos los que os interese la bioética a pasarse a las lecturas de ciencia-ficción, donde se reflexiona a menudo sobre sociedades que ya no son tan futuras, donde la población se halla dividida en guapos y feos, listos y tontos, superdutados y acomplejados, donde la sociedad es perfecta y no da lugar al cambio, o donde los robots nos lo hacen todo y no necesitamos mover el culo para nada.